El Cádiz ha querido incorporar a su plantilla a un nutricionista y el elegido ha sido el mairenero Antonio Ballesteros, quien ya estuvo trabajando en equipos como San Fernando y Real Jaén. A continuación les dejamos con parte de la entrevista que ha concedido a El Banquillo y que podrán leer al completo en la versión impresa del periódico.
Con su fichaje por el Cádiz consigue dar un salto de calidad importante.
Estoy muy contento con esta experiencia en Segunda, ya es fútbol profesional y el salto es realmente importante. Me ha cogido de sorpresa el fichaje, con la temporada ya arrancada, pero estoy encantado. Al final la gente se conoce en este mundo y como las cosas se han hecho bien, le habían hablado de mí al director deportivo del Cádiz, que ha querido contar conmigo porque en el club no había ningún nutricionista.
¿Cómo ven los jugadores a un nutricionista?
Los deportistas son personas a las que también les gusta salir y comer en la calle. Por lo que hay que tratar el tema con delicadeza. Pero depende de cómo quieras encarar el trabajo. Si quieres imponer el criterio, eres un enemigo. Estamos para aportar y no para restar. Lo importante es la empatía, explicar las cosas desde el conocimiento para que entiendan lo que se está haciendo. Cuando entienden que con una intervención nutricional el rendimiento es mejor y se lesionan menos, pues acabamos siendo amigos importantes.
¿Qué diferencia la alimentación del deportista de élite de la de cualquier ciudadano?
La diferencia está en la carga de carbohidratos. Ellos consumen unas tres mil calorías diarias y hay que reponer, aunque es igualmente importante la fruta, la verdura, la proteína, se mira todo al detalle porque todo cuenta.
Y en cuanto a prohibiciones, lo que ya conocemos: alcohol y bollería.
El alcohol es muy perjudicial para el deportista porque degrada la masa muscular a nivel proteico y aumenta el porcentaje de grasa, un lastre que hace aumentar la posibilidad de lesión. Cuanto menos mejor, soy partidario de cero, pero hay que tener un poco de tacto. Y la bollería por la azúcar, tiene que estar restringida, dispara la insulina y alimenta a las células cancerígenas.